Bruce Springsteen y un breve relato

Born to run

Llamando a las Puertas del Cielo

Como la mayoría de los que nacimos en los setenta y entramos en la juventud en los ochenta he sentido la piel de gallina con muchas bandas, muchos artistas, con muchas canciones. Diversos estilos, desde el Rock más duro hasta el Pop más light ha ido perfilando la banda sonora de nuestra generación.



Cuando la adolescencia asoma con sus ganas de rebeldía y su espíritu combativo, la música se transforma en el compañero que te comprende y anima; entonces las canciones se cantan a pleno pulmón desde las ocho de la mañana hasta las tantas de la madrugada y un huraño "animalillo" vaga por la casa con la cara reventada de granos y unos cascos en las orejas desafinando por Dylan, INXS, Eric Clapton o Dire Straits.

A mí me gustaba hurgar en la música de las décadas anteriores a la mía para ver qué se cocía por entonces y descubrí enormes artistas y grandes canciones de las que luego buscaba versiones actuales. Son tantas las canciones que me resultaría imposible hacer una mera enumeración de ellas, pero a mi memoria viene una versión de Knockin on Heaven´s door (Bob Dylan) interpretada por Guns n´Roses.


La estética no era mi estilo, pero esa guitarra sonaba como los ángeles y me sentía, con esta versión del clásico de Dylan, tan identificado que así entendía que era el Rock & Roll: un continuo molestar para entrar en el cielo a base de golpear sus puertas cuando no das razones con tu comportamiento rebelde y desmelenado - o rapado al cero (que entonces los extremos ocupaban el centro; ya sabes o arriba o abajo, pero nunca en calma) -.

Si Dylan era entonces como un huracán - el Huracán Carter era entonces mi canción - que había pasado, quedaba alguien que, bebiendo de esa fuente, golpeaba también con fuerza a las puertas del cielo de la música para ser el rey, que entonces le llamaba todo el mundo El Jefe. Bruce Springsteen.




La cosa está en que le descubrí, alguien ya muy conocido por entonces, porque cantaba canciones que hablaban de libertad, de redención y de tierras prometidas con autopistas de trueno que siempre acababan con los recuerdos de quien ha nacido en el río y busca ser feliz con una guitarra bajo el brazo y sus amigos de la banda de la calle E.

Aquellas letras fueron inspiradoras porque no engañaban, eran honestas y decían cosas como que se paga un precio por las decisiones erróneas y caminar como un hombre suponía afrontar el reto de equivocarse y asumir ese precio. Con esa música fui creciendo y comprendiendo que el Rock & Roll llama a los nacidos para correr en busca de una libertad soñada donde los sueños la mayoría de las veces se truncan.

Así vimos caer a artistas, bandas épicas que se hicieron míticas, y asumimos que el precio que hay que pagar por ser joven es que creces y que la juventud no es escusa para quemar todas las naves; que hay que correr libres pero con la mirada puesta en el freno del coche y en el retrovisor para volver al origen (The river) desde donde todo se reconstruye cuando todo parece caerse a tu alrededor de forma irremediable e irremisible.




Pues todo esto tiene también su relato breve, tiene - desde luego - su épica y su redención a partir de la música pues aquellos años que algunos llaman "maravillosos" tampoco son para enmarcar, porque es la edad en que cometes más estupideces al día. El éxito es vivir esa época con buenas experiencias y la música de cuando fuimos los mejores (así nos sentíamos, lo dice Loquillo y lo suscribo) a mí me ayudó a comprender el mundo que nos rodea. Y comprender que la juventud es una enfermedad pasajera de la que se sale, que los buenos tiempos son siempre los siguientes.

Mi pequeño homenaje a Bruce y a todos los cantantes de aquella época que nos transmitieron emociones y nos enseñaron a afrontar las decisiones que tomamos en la vida se enmarca en este relato:

25 de agosto de 2014. “Born to run”

Muchos son los que dicen vivir la vida intensamente con lo que quepa en los bolsillos y pocos los que renuncian a todo por un sueño. Muchos los que derriban estructuras desde el salón de su casa y pocos los que se lanzan a la calle dispuestos a derrumbar edificios de iniquidad y podredumbre... Algunos hemos creído dar la vida por un sueño...

He de reconocer que mis mejores canciones salieron de mi Fender cuando sentía el hormigueo del hambre en el estómago y llenaba mi vida con lo que cabía en los bolsillos; porque entonces, sólo entonces, me creía un vagabundo que había nacido para correr por autopistas infinitas con mi guitarra al hombro y en busca del próximo concierto, cobijo de estas carreteras de trueno donde se respiraba el aire puro de la libertad bajo aquella abundante lluvia de colores...

Hace hoy 39 años la sentía intensamente.



Esta música siempre hace sentir el destello de la libertad, esa que nos empuja a no sentirnos esclavos a pesar de las circunstancias. De muchas cosas, entre ellas esta, habla mi novela Dentro del Pozo que podéis adquirir en Amazon. En la siguiente dirección


Como veis yo sigo con mi particular knock, knock knocking on heavens door.

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