La Micronovela Parte V
Suspense, cine negro, terror: el thriller psicológico
El Silencio de los corderos: los personajes secundarios
El Silencio de los Corderos es una obra maestra del cine inspirada en una novela homónima de Thomas Harris, llevada a la gran pantalla por Jonhatan Demme en un alarde de manejo de las secuencias de idéntico momento pero diferente lugar para mantener la atención, crear confusión y hacer crecer y decrecer los momentos de tensión al espectador.
Anthony Hopkins en el papel de Annibal Lecter en el Silencio de los Corderos |
Creo justo nombrar a los tres: Scott Glenn en un medido Jack Crawford, Ted Levine como el terrible Buffalo Bill y el equilibradamente histriónico Dr. Chilton en papel interpretado por Anthony Heald. Los tres son imprescindibles, los tres hacen un gran papel pues si Jack aparece distante y admirable en todo momento o Buffalo Bill artificialmente desequilibrado; o el Dr, Chilton está interpretado tan inquietante que parece que sobrase de la faz de la tierra es por algo.
Todos ellos hacen que la personalidad de Annibal Lecter aparezca como auténtica, así gracias a lo falaz del trastorno de Buffalo Bill. pues él cree que quiere una metamorfosis, pero no es así su locura sino que es otra cosa bien diferente: no es más que codicia y violencia.
Si Clarice, la intrépida, inteligente y ambiciosa, es descubierta como una pueblerina que quiere el bien como consecuencia de un trauma infantil (derivación freudiana tan "peliculera" como pueril pero que resulta muy efectiva en la gran pantalla) es gracias al contraste con su admirable y distante jefe, que la desea pero no la considera a su altura.
No digamos el personaje de Chilton, pues la mejor trampa de la película, es hacernos creer que el director de la prisión es el "malo de la peli" con ese comportamiento supuestamente terrible que tiene en sus castigos duros, psicológicos y eficaces con un "pobre hombre" que admira la elegancia pero que tiene como vicio particular ser un "canibal".
Así, el final inquietante de la película nos agrada a todos pues todos pensamos que Chilton debe desaparecer, y eso a pesar de haber contemplado a Annibal Lecter en su esplendor violento y antropofágico cuando escapa de su celda.
Dr. Chilton interpretado por Anthony Heald |
Los papeles secundarios hacen muy bien su papel como contrapunto eficaz de dos actores descomunales de los que hablaremos, no hoy, sino mañana.
Hannibal tiene el rol de un artista incomprendido por los extremos de su "dieta", en nuestra micronovela El Pintor parece perderse en la locura, veamos qué sucede.
Regresé
a casa después de comer algo con Kevin con un fuerte dolor de cabeza
tras dar muchas vueltas a todo lo sucedido por la mañana. Las calles
seguían húmedas y frías, y el tráfico intenso aceleró mi pulso
con las prisas que me habían parecido un simple atrezo de una vida
en que el protagonista fumaba en pipa y discurría tranquilamente por
ella sacando todo el jugo posible a cada una de las situaciones
vividas.
Esta
vida que miraba desde el cristal de un taxi se me antojaba, ahora,
como una pesadilla inacabable; como un estruendo insoportable y
lamentable que me impedía analizar con calma todo lo complicado de
la situación. Los aullidos inabarcables de la ciudad aceleran el
corazón solo para dormir al pensamiento y ese pensamiento se había
rebelado contra esta ciudad apresurada y dinámica como la rebeldía
de la pubertad, como el adolescente inagotable que no quiere la norma
impuesta, que desprecia la única salida posible y desea saltar la
empalizada de madera que se le ofrece como frontera.
Necesitaba,
cuanto antes, un antiinflamatorio que me arrancara la jaqueca de una
forma aséptica pero inmediata. La atropellada situación de Kevin,
el grado de obsesión y locura que venía alcanzando a lo largo de la
mañana con una intensidad creciente y el estrambote final de esa
carta que, bien podía ser una simple carta de cortesía y
consideración personal o esa sutil y extravagante amenaza que habría
de poner en guardia a cualquiera.
Lo
cierto es que, si de una amenaza se tratara, podría comprender el
obsesivo comportamiento de Kevin, pero también es propio de los
genios este carácter obsesivo que podría haberse acentuado por la
lectura de ese misterioso manuscrito. Añadiendo que su trabajo se
solía caracterizar por un escrúpulo perfeccionista a la hora de
pintar, lo cual resultaba causa coadyuvante de ese tipo de
enfermedades obsesivas.
En
cualquier caso, el asunto merecía el renacer de aquel periodista
investigador que empecé siendo; el cual distaba mucho del periodista
especializado en arte que acabé por ser. La sangre me pedía
recordar aquellos viejos métodos de investigador diligente y audaz,
imaginativo e inasequible al desaliento. Con todo, me propuse un plan
para verificar si estos métodos basados en la extorsión y la
amenaza eran propios del negocio, tal y como le llamó Kevin, o eran
simplemente cosa de un marchante de prestigio sin demasiados éxitos
en su cartera. “La fama no le precedía en estos métodos
chapuceros, crueles y peligrosos.”
- Pero claro, ¿quién presume de eso? El que emplea tales métodos de extorsión, y lo hace profesionalmente, lo oculta; y el que no los aplica, nada tiene que ocultar. En cualquier caso, nunca se tratan estos aspectos de perfil “profesional”, y si los aplican, tratan de que no lo sepas. - Me decía, Kevin antes de salir.
- Kevin, es que hablas como si hubieras tratado con el mismo demonio.
- Con el mismo demonio, eso es. Alguien que es capaz de acabar con la vida de otro simplemente para generar recursos no puede tener otro apelativo.
- Hombre, hay quien lo llama de otra manera...
- Sí, sí... tiene muchos nombres y todo lo que quieras. Pero el miedo, los nervios y la tensión en la que vivo no es una cuestión de película. Estos no te pegan un balazo cuando caminas por la Gran Vía... Tienen mil formas de cerrarte la boca; mil, ¿me comprendes? - Los ojos se desorbitaban de forma inquietante, adquiriendo un brillo especial, colérico y descolocado.
- Vale, vale. Me hago cargo de que has tratado con el mismo Beelcebú, Baal o similar.
- Sí, es cierto. He visto al mismo diablo en la manipulación artera del hombre malo, en la desdicha del incauto que cae en sus garras, en la cara horripilante del ser violento, en las fauces del hambriento capaz de todo por alimentar a su familia, en la mirada triste del que tras haber intentado todo lo decente se transforma en un buscavidas de tres al cuarto y, sobre todo, lo he visto regocijarse y sentarse cómodamente en el regazo del hombre bueno que calla ante la injusticia más atroz otorgándole carta de naturaleza al manipulador, al violento, al buscavidas y al malvado. En ese último rostro, le he visto con su colérica sonrisa retozar como un puerco sarnoso, amigo mío. ¿Quieres ser tú uno de esos que callan?
Entré
en casa mascullando el discurso duro y sensato sobre el mal que me
hacía dudar sobre la verosimilitud de sus peores temores. Me fumé
un pitillo y me tomé un güisqui con soda como medicina más que
contraindicada para digerir el Ibuprofeno, desconozco si tiene
efectos hipnóticos u opiáceos tal combinación, pero sé que me
quita el dolor de cabeza tal mezcla de barbitúricos y olvido tan
necesaria para tomar decisiones, para descansar plácidamente durante
la noche y levantarme con el brío que me permita afrontar los nuevos
retos del día.
Hacía
ya años que me había acostumbrado a esa explosiva mezcla, quizás
cuando tenía que atreverme con situaciones que no comprendía
demasiado bien, al comienzo de mi carrera. El trabajo de
investigación periodístico es ameno y edificante, pero también
produce estrés y miedo, ya sea un trabajo que tenga que ver con
mafias, políticos o empresas. Si hay dinero en juego, siempre hay
temor a que pueda suceder alguna cosa.
Al
día siguiente concerté una cita con Estanislao Garríguez a cuenta
de la posible exposición itinerante sobre pintura contemporánea
española en Estados Unidos que quería contratar una empresa de
dicho país. En el papel de mediador dentro de España,
supuestamente, me encargaba de tratar con los marchantes que podrían
proponer alguna obra inédita en régimen de préstamo con
posibilidad de subasta.
Este
negocio fantasma tenía que gozar de verosimilitud. A tal efecto, me
puse en contacto con Andrew Smith, a través de su hija y secretaria,
Pat con la que había mantenido una sólida relación
matrimonial que duró apenas seis meses pero que dejó tras de sí
una verdadera amistad. Andrew
era el propietario de la empresa “Jack of all Trades and Co.”,
conocida como “JOAT” que se encargaba de organizar
acontecimientos artísticos relacionados con el arte y los
espectáculos.
Les
comuniqué mi intención de entrevistarme con Estanislao para
realizar un trabajo de investigación periodístico sobre el
funcionamiento de los marchantes de arte en mi país. Aunque
sorprendidos por mis nuevos cometidos resultó fácil convencerles de
que la situación económica era acuciante en el periódico y
necesitaban tratar temas de impacto y algo más mediáticos.
Accedieron
de inmediato a hacerme la cobertura, y me preparé la intervención a
partir de los documentos que ellos me enviaron en relación al modo
en que solicitaban este tipo de servicios, las obras que les hubiera
gustado tener o el perfil de autores que propondrían. En este
perfil, desde luego, estaba Kevin.
Por
otra parte, como el negocio no tenía por objeto su consumación y -
suponiendo el peligro de rechazarles - traté en cualquier caso de
ofrecer algo que no estaba cerrado y que podía no tener éxito. La
idea era trasmitirles que el asunto dependía de la aprobación por parte de autoridades de Estados Unidos de modo que, en cuanto accedieran, se
haría. Si estaban desesperados, habrían de buscar el modo en que
esas autoridades consintieran al negocio y se moverían dejando un
rastro que condujera a las pistas necesarias para su detención. Esa
era la estrategia: remover el río y observar a dónde le conducen
los instintos.
Inquietante Final
Continuará
(...)
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