La Micronovela Parte VI
El thriller piscológico
El silencio de los corderos: los protagonistas
Si por algo destaca "El silencio de los corderos", película que marcó una época, es por el trabajo de sus dos protagonistas: Anthony Hopkins y Jodie Foster.
Es cierto que el papel de Anthony Hopkins interpretando a Hannibal Lecter, el psiquiatra psicópata, recibió el reconocimiento unánime de todos, pero para mí este papel, ciertamente extremo y por lo tanto dado a una cierta sobreactuación, hubiera quedado en un segundo escalón si no es por dos motivos.
El primero es la interpretación del mismo actor de otros papeles que te permiten saber en qué medida estaba sobreactuado el papel y en qué medida le da la dosis justa que requiere un personaje tan extravagante.
Apreciar cómo interpreta en esos años un mayordomo o un escritor de prestigio con las dosis de exageración,comedimiento o normalidad con que los interpreta permite reconocer la extraordinaria actuación del Hannibal Lecter en esta primera entrega. La extraordinaria dimensión de esta interpretación gana enteros cuando valoras su trabajo en otros papeles donde el histrionismo de los personajes es de otro orden o donde ni siquiera existe tal histrionismo. Sí, la interpretación de Lecter marca una época.
Apreciar cómo interpreta en esos años un mayordomo o un escritor de prestigio con las dosis de exageración,comedimiento o normalidad con que los interpreta permite reconocer la extraordinaria actuación del Hannibal Lecter en esta primera entrega. La extraordinaria dimensión de esta interpretación gana enteros cuando valoras su trabajo en otros papeles donde el histrionismo de los personajes es de otro orden o donde ni siquiera existe tal histrionismo. Sí, la interpretación de Lecter marca una época.
Dos interpretaciones que asustan, Lecter y Clarice - Jodie y Anthony |
El segundo elemento que da profundidad y dimensión a este personaje es el papel de la ambiciosa y asustadiza - que imágenes las de este personaje que reflejan el valor y el miedo - de Clarice interpretado por Jodie Foster, pues de un papel menos extremo resulta mucho más difícil resultar convincente en las virtudes y defectos de esta joven estudiante que se prepara para el FBI.
Ciertamente parece más fácil interpretar a un loco pues la falta de referencias hace que el modelo sea único o casi único. Basta con salir de lo normal para hacer este terrible personaje creíble. Pero ¿cómo se puede convencer a la gente que una mujer ambiciosa tiene, en su debilidad la principal fortaleza?, ¿cómo se puede transmitir que es un trauma infantil lo que hace que se vuelque en la necesidad de proteger?, ¿cómo se puede hacer creíble que el elitista Hannibal Lecter se interese por una joven de provincias mas allá de su atractivo físico?
En la dificultad que estriba interpretar a alguien, digamos, normal está el papel excepcional de Jodie Foster que, a pesar del deslumbrante papel de Hopkins, no queda anulada por él sino que aparece realzada y fortalecida en su interpretación. Esto mismo le sucede a Hopkins con Emma Thompson en "Lo que queda del día", virtud de dos grandes actrices y me temo que también del actor que sabe interpretar dando realce a su compañera de trabajo.
En resumen, que los dos actores son acreedores del reconocimiento recibido con los dos Oscar por su interpretación y que, en mi opinión, son papeles que quedan para la historia del cine; pero no nos vayamos por las ramas que la sexta entrega de la Micronovela - y nos vamos acercando al final - está servida. Espero que os guste.
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Jodie Foster borda esta secuencia en la guarida de Buffalo Bill |
EL
PINTOR PARTE VI
(...)
Para
refrescar el suelo en el que deberían dejar su huella indeleble
hablé con mi buen amigo John López del Departamento de Cultura
Extranjera de la Secretaría de Estado Americana. Me puso en contacto
con el Jefe de dicho Departamento, el más que amable Mr Chipset.
Mr
Chipset estuvo de acuerdo en cubrir esa parte del tinglado
memorizando un breve discurso al efecto de señalar que “...tal y
como estaban las cosas, el Departamento de Seguridad encargado de
cuestiones de arte y contrabando tenia vedado todo tipo de
transacciones, subastas o préstamos de obras de arte a través de
empresas o entidades. Para la realización de tales subastas habría
de contratarse entre entidades radicadas en el país mediante un
establecimiento permanente”.
El
modo en que resolvieran este tipo de obstáculos permitiría
descubrir en qué consistían sus métodos, si eran de corte
fraudulento o reflejaban un comportamiento adecuado a los usos del
negocio. Disponer de la red de contactos que había labrado durante
años aportaba la confianza en el trato y la confidencialidad más
absoluta de los intervinientes a la hora de montar la trampa. Contaba
a mi favor xon la personalidad de mis amigos americanos que siempre están
dispuestos a jugar a casi cualquier juego. Un juego periodístico
para ellos, una trampa para descubrir una trama delictiva para mí.
Una
vez preparado el asunto, quedé en la calle Juan Bravo con
Estanislao. Me invitó a tomar un café y estuvimos tratando de forma
distendida toda la cuestión. Al principio parecía reticente y
después se fue interesando poco a poco en el asunto. Comprendió las
dificultades que había en este tipo de cuestiones y me propuso a
varios de los autores para facilitar la autorización de las
autoridades americanas con la sabiduría de que los nombres abren
puertas y más si el nombre es el de Kevin Shepard.
Tras
el café, entramos en su despacho y me entregó la lista de obras con
los autores que podrían incorporarse a esta propuesta. Un trabajo
rápido y eficaz, propio de un profesional mesurado y hábil; capaz,
interesado y decidido. En modo absoluto me coaccionó ni mostró más
interés que el lógico por el asunto. Entre la relación de obras
había seis cuadros de Kevin por lo que pude contrastar rápidamente
la información recibida, que fue del todo punto exacta y oportuna.
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En
el plazo de tiempo previsto, no dio ninguno de los pasos que suponía
y confió en mi buen criterio siempre. Estaba ciertamente contrariado
pues, como periodista, sabía que las actitudes son lo más revelador
de la categoría de un personaje y, en este caso, a pesar de que
quería más que nadie encontrar en este ser a un manipulador, me
encontré delante de una persona correcta y profesional.
Seguí
con el plan que me había trazado sin levantar sospecha alguna y
contraté a un par de tipos de mi confianza para que alquilaran un
piso próximo al suyo, con la intención de conocer sus movimientos
dentro de su esfera personal. Busqué el modo de obtener información
de sus contactos telefónicos y a través del correo electrónico. Un
trabajo arduo, una tarea inconmensurable y discreta, personal e
indelegable que no dio más fruto que el de conocer de primera mano
una serie de personas del mundillo que me iban a venir muy bien.
He
de reconocer que este tipo de trabajos me resultaban particularmente
incómodos pues, más allá del delito que pudiera cometer, estaba la
invasión de la intimidad de alguien que podría ser “un tipo
normal”. A mi entender, algo indecente que quebranta las reglas de
juego más elementales de una sociedad. Así me instituí sobre este
hombre en un juez y un verdugo de su vida privada porque creí en la
palabra de un hombre que no parecía realmente en sus cabales. Mi
malestar crecía por momentos.
Un
genio que caminaba sobre ascuas que quemaban bajo mis pies y que se
habían introducido en lo más profundo de un infierno donde los
rescoldos agitados abrasaban al contacto de la carne viva; una
conciencia que abandona el silencio para aullar como un lobo
solitario a la luna llena, esperando que la respuesta de la esfera
que cuelga del. techo negro de la noche fuera certera... pero la luna
siempre calla las locuras que le susurra la gente de madrugada.
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Tras
los irrelevantes informes de las personas que tenían que vigilar su
vida, decidí hacerle un seguimiento personal que me condujo a
tugurios sorprendentes pero que, en absoluto, invitaban a pensar que
fuera un delincuente más allá de frecuentar alguna prostituta para
ejecutivos o estacionar sin poner el tique del estacionamiento
reservado. Cuestiones que dejaban la historia de Kevin en un relato
del todo punto inverosímil.
Intenté
investigar las relaciones más arriesgadas de este hombre y señalé
a dos de ellas como las mejores candidatas: Anne Claire y Esteban
Téllez. La primera era la prostituta a la que hice referencia. Mujer
a la que visitaba los viernes cada dos semanas – más o menos -. El
segundo era el dueño de un Club nocturno donde se reunía con una
serie de amigos a jugar al póquer. Estos amigos eran empresarios
conocidos, casados y con hijos cuya única diversión pasajera era
esta partida y unas cuantas copas que compartían en esos días, nada
peligroso.
La
persecución de Esteban Téllez me condujo a descubrir una deuda
bastante cuantiosa con hacienda y otra debido a los litigios por el
divorcio de su primera mujer a cuenta de la manutención de sus dos
hijos. Quizás habría algún trapicheo con drogas de poca monta, en
cualquier caso muy lejos del perfil buscado. Una vida nada
edificante que se escapaba de mi trascendente investigación.
Sucedió
que al segundo día de seguir a Anne Claire, que llevaba esa típica
doble vida de las prostitutas de los barrios altos como ejercitante
mujer soltera con hija a cargo, me encontraba verificando que entre banqueros
y floristas el gusto es - más o menos - el mismo, cuando un golpe en
la nuca me hizo caer desmayado de forma irremisible al suelo.
Al
despertarme, me encontré maniatado en la casa de Anne – su nombre
real, lo desconozco -, la mujer de Almendralejo que un día abandonó
su pueblo para venirse a Madrid y que un encuentro nocturno y
fortuito la puso a “ejercer” en esta residencia madrileña como
francesa liberal venida a menos.
En
frente de mí, un “gualdrapa de medio pelo" con cara de pocos
amigos me amenazaba con un cuchillo “jamonero” preguntándome una
y otra vez qué me había traído hasta aquel lugar. Detrás, Anne le
miraba con asustados ojos, labios carnosos y a medio vestir como
corresponde a esas horas en su labor profesional.
- Este, nada... Curiosidad morbosa. Sabía a qué se dedicaba y quería saber qué clase de gente la frecuentaba.
- ¿Tú te crees que soy tonto? Tienes “careto” de investigador. Andas buscando a alguien que no has encontrado o algo así... - Sorprendido por la "capacidad de análisis" del tipo, le seguí el rollo.
- Bueno mira... Es que soy nuevo en esto y creo que metí la pata o algo... Me ha contratado la mujer de Sergio Lima, el Jefe de la Sucursal del Banco Sabadell. Quería saber si tenía una amante o algo semejante. Sospechaba que tenía una doble vida y me contrató a mí creyendo que tenía experiencia... - El sonido del teléfono nos sorprendió y el tipo cogió el móvil alejándose de la habitación mientras hablaba con alguien. Pude escuchar cómo le decía que “no sabía si estaba hablando” o que “no sabía nada” o algo así, hasta que la puerta se cerró y nos quedamos a solas Anne y yo.
- Eres guapo, ricura. Lástima que no estemos en situación... Estaría dispuesta a hacerte un arreglo. Ya sabes que la edad no importa demasiado... - La incorregible Anne, continuaba dando caña a pesar de lo engorroso de la situación. Parecía que disfrutaba con las situaciones extremas hasta que apareció el tipo dando golpes en la pared con fuerza.
- Déjalo ya, Anne... que este tipo es más peligroso de lo que parece. - Cambió la mirada hacia mí - Ya sé quién eres, ¡¡cabrón!!.- Y pude sentir su mano volar hacia mi cara, un perfecto golpe sobre mi rostro que me hizo desfallecer de inmediato.FIN DEL CAPÍTULO IIContinuará (,,,)
Una interpretación que tuvo premio, no hay Lecter sin Clarice |
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