El encierro del escritor. Parte IV. Final
El Golpe, entre tramposos anda el juego
Organizar la jugada para sacar ventaja
Entre las muchas película de mafiosos y jugadores, estafadores o tramposos me quedo con "El golpe", Una película divertida como pocas en que las trampas, venganzas, trucos y engaños impiden saber quién engaña a quién hasta el desenlace final.
En esta película se juega con el espectador de forma paralela al propio estafado, el mafioso Lonnegan interpretado por Robert Shaw y desconocemos, en realidad, quién engaña a quién. Así, el par de truhanes Hooker (Robert Redford) y Gondorff (Newman) organizan la venganza perfecta contando con un elenco de delincuentes de los bajos fondos de la ciudad de Chicago manejando extraordinariamente los tópicos personajes del buen estafador con ansias de venganza.
La parte de la trama que más sorprende es la persecución en paralelo de Hooker, el cual es perseguido por el más certero de los "pistoleros": un tal Salino. La sorpresa viene cuando el bueno de Hooker se enamora de una mujer a la que ve venir - en una secuencia memorable - en la que todos descubrimos que Salino es esa mujer fervientemente enamorada de Hooker y que interpreta más que bien la secundaria Dimitra Arliss. Loretta Salino siempre tendrá un grato recuerdo entre los amantes del buen cine.
Una película que se llevó siete Oscar de la Academia y que, además, de buen cine es verdaderamente entretenida pues soy de los que creo que entretenimiento y calidad pueden ir de la mano en cualquier clase de expresión artística.
Terminemos la historia que tenemos pendiente de El Encierro de El escritor, con la última parte y el epílogo de este pequeño gran Relato, Cuento, Mito o Leyenda.
EL ENCIERRO DE EL ESCRITOR (PARTE IV)
EPISODIO
III. LA NOVELA DE SU VIDA
Cartel de The Siting, El Golpe |
Javier
se quedó quieto, como petrificado. La novela estaba describiendo su
propia realidad, y esa era la razón por la que le atraía tanto lo
que escribía como repulsión le producía la historia que iba
surgiendo de sus dedos perseverantes e imaginativos. Unas yemas que,
a fuerza de contar historias, acababan por contar la historia de su
vida, su vida en forma de novela.
- Y... ¿y los muertos? - Preguntó nervioso.
- No lo sé, quizás sean muertos de verdad. Eso lo sabrás tú... ¿Qué es lo que has tenido que hacer para llegar a la cima? - preguntó Matilde con una sonrisa recta entre irónica y sarcástica, entre desconfiada y forzadamente fingida, como dando a entender que algo habría de eso si es que lo cuentas en la novela.
- Ah, eso me tranquiliza... porque a las altas cumbres de la literatura donde me hallo, he llegado sin hacer otra cosa que escribir sin parar y darme importancia en el mundillo. Y Esas dos cosas son mérito mío, porque el personaje que se infla en las entrevistas me lo he preparado concienzudamente. - A Javier las insinuaciones no le descomponían, presumía de agilidad de mente y a buena fe que la tenía.
- Bueno, quizás sean tus novelas o algo así. Ya sabes... como eso de... tener que matar al padre para emanciparse realmente, tú tienes que matar a las novelas anteriores para seguir escribiendo algo novedoso. ¿Qué te parece la idea...?
- Je, je. Rebuscada, fetichista y propia de un psicoanalista. Yo no confío mucho en Freud y su idea de las frustraciones y los síndromes ocultos en algún lugar de nuestra psique, si te digo la verdad. Pero es una idea... discutible, al menos.
- Ya, pero sin embargo, hay una cosa que me inquieta... - Interrumpió Matilde con su rostro serio, ese que ella ponía cuando iba a decir algo importante.
- Supongo que muchas, porque si tú eres la secretaria de Thorpe, vives un poco atrapada entre tus deseos y la realidad... entre lo que te gustaría tener y lo que realmente tienes.
- No seas capullo, si no te importa. Estoy haciendo mi trabajo y... me merezco un poco de respeto...
- Tienes razón, tienes razón, perdona...- Asintió Javier con la sensación de que valían más los comentarios a su novela que cualquier otras cosa de la propia Matilde, tocar en la fibra de sus sentimientos podría provocar que ella se cerrase en banda y le interesaba mucho, más que nada en este mundo, lo que estaba pasando en su novela. El ego de Javier había que alimentarlo mucho.
- La última escena..., la escena inacabada...
- ¿Sí?
- Estaban Lian y Laica en la casa en situación... digamos... comprometida, cuando iba a entrar su mujer que se había enterado de la relación que no tenían, pero parecían tener. Ella iba con un arma...
- Ah, ¿ves? No es tan autobiográfica....
A
las espaldas de ambos, la puerta de la entrada de la casa se abrió
dejando ver un abrigo de piel negra y unas gafas de sol oscuras tras
de los cuales se ocultaba una mujer de mediana edad, con la piel
pálida como de porcelana y una media melena rizada de tono cobrizo.
Una hermosa mujer que alcanzaba la edad madura. Sostenía un arma que
apuntaba directamente a Javier.
- Eres un auténtico hijo de puta, Javier...
- Nooo, ¡espera...!
“Pam,
pam, pam” Tres golpes secos como cuando la madera cae al suelo se
dejaron oír en la casa del acantilado de Javier. Matilde sacó las
manos de delante de sus ojos y pudo ver cómo caía en el suelo el
cuerpo inerte de su amante fingido. Se abalanzó sobre él intentando
que tomara aire, pero el cuerpo sin vida no respondió.
Hooker y Gondorff, los mejores tramposos del cine |
- ¡Javier!
- Ahí lo tienes, Matilde. Si lo quieres te lo puedes quedar. A mí ya no me sirve para nada.
Cerró
la puerta al marcharse y lanzó el arma por el acantilado hasta que
el agua impetuosa la engulló y la ocultó para siempre de los ojos
de los hombres, de la misma manera que borra la arena, así borró el
mar el crimen cometido. Un arma que jamás aparecería, dos bocas
cerradas que nunca hablarían, un batir continuo y violento de las
olas en el acantilado, un sonido ensordecedor, tres almas marchitas y
una casa señorial sobre un acantilado verde y azul. La escena de un
crimen que se borra, como se borró la vida de Javier... un gran
escritor que deja una obra que siempre sobrevivirá. La obra
imborrable de la novela de su vida.
Sabía
que Matilde no diría nada pues era otra víctima del comportamiento
de Javier, dos mujeres a las que dominaba como piezas deconstruidas
de su propia obra, como fuentes inagotables de las que surgían los
miedos, los engaños, las envidias y los celos que tan precisamente
describía en cada una de sus novelas.
No
habría otra novela de Javier Manzano Reinosa, autor prolífico y
exitoso, quizás el más grande escritor de misterio de todos los
tiempos en lengua española.
Loretta Salino El Golpe, qué engañados nos tenía |
EPÍLOGO. TRAS LA MUERTE DEL
AUTOR.
Al
poco de la muerte de Javier, cuyos asesinos no fueron encontrados
jamás, publicó su primera novela Matilde Aguafuerte Domingo. Un
título que todos aseguran que tiene el mejor comienzo jamás leido
en una novela de intriga pero con un final “facilón” y de mal
resultado, como escrito sin el vigor y la fuerza de las primeras
doscientas páginas. Fue, no obstante, un Best Seller gracias a la
truculenta historia que iba contando por los platós de televisión
la hermosa y sofisticada Matilde.
La
audiencia millonaria de los programas en los que esta bella ayudante
de Javier Manzano contaba la historia del atraco en que perdió la
vida su muy querido jefe le permitió hacerse rica. Enfundada en un
rojo vestido que resaltaba su espléndida figura, con una aguja
rematada con una perla opaca sujetando un moño definido y preciso, y
ocultando un sugerente sujetador negro del que tan solo se veía - si
la ocasión era propicia y las preguntas intrigantes rozaban lo
peligroso - las tiras oscuras tras resbalar por sus hombros la manga
sisa de su espectacular vestido, lo justo para dar pie a la
imaginación... siempre atrevida de los televidentes.
Una
imaginación con la que ocultaría la verdadera historia de un plagio
y un asesinato. Matilde hizo la mejor promoción posible para su
novela contando con los más bajos instintos de los espectadores del
prime time televisivo: el morbo innato que da paso al chismorreo y un
deseo carnal latente en el público masculino unido a la envidia y
admiración medida del público femenino. La codicia de lo que se
desea pero no se tiene.
La
viuda de Javier, Silvia García Lerma, declinó su asistencia a cada
uno de estos programas, a la que fue invitada de forma perseverante y
solícita, pero financió sin preocupación alguna la publicación de
“La pistola en el acantilado” con la que Matilde se
enriqueció, pagando fuertes sumas de dinero cuya procedencia tuvo
origen en la herencia que le dejó el malogrado escritor.
Así,
las partes implicadas en este tortuoso y en realidad inexistente
“menage a trois” recibían la merecida recompensa. Silvia como
una triste y millonaria viuda que repartía su vida entre actos
benéficos y rutilantes amantes, jóvenes y vigorosos. Matilde como
directora de una editorial dedicada a la novela policiaca que
presidía el más prestigioso concurso de novela negra en lengua
castellana, el cual que llevaba por nombre el de su añorado jefe.
Javier
Manzano Reinosa, enterrado a los pies de un acantilado que oculta una
pistola con mucha información, quedaría a la postre como un
escritor maldito, un escritor de culto para los amantes de la novela
negra. Su casa, la casa del acantilado, como la meca de todo escritor
que adoraba el misterio y donde se alojaban - por un precio poco
razonable - aquellos que soñaban con recibir las musas que
inspiraban a Javier para escribir la novela de misterio más exitosa
de la temporada.
Matilde
repetía siempre una frase de Javier cuando le preguntaban por su
negocio editorial: “la realidad siempre ofrece argumentos para
escribir otra novela, y si no... se la fuerza un poco”.
FIN
El Golpe, secuencia de la muerte de Salino.
¡Cómo juegan con el espectador! Qué sin vergüenzas
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