El sitio de mi recreo III
Ingenio, imaginación y creatividad: Aire
Una sinfonía en diez movimientos, tercera y última parte
Concluimos, por ahora, esta pequeña entrega dedicada a las bandas y grupos - de todo tipo y estilo - que poblaron los ochenta y noventa en España. El grupo que indudablemente tuvo más éxito de ventas fue Mecano, un grupo que seguro denostarán por demasiado Pop los amantes del Rock puro o del Rock duro, pero que nadie - más allá del gusto - pudo dudar de su calidad aunque yo tuve mis momentos "pro y contra", hoy soy más "pro" que nunca.
Su éxito fue arrollador, pero haríamos mal si nos quedamos exclusivamente en su carácter de lideres del Pop porque sus canciones gozaban de una originalidad extraordinaria, unas melodías depuradas y una personalidad dual. Digo lo de personalidad dual porque, con los años, se fue notando cada vez más quién era el compositor de tal o cual canción, si era Nacho Cano o si era José María Cano. Ambos aplicaron su diferente personalidad a su diferente modo de ver la música.
A mí me interesa destacar la capacidad de ingenio, imaginación y creatividad de ambos, para lo cual pondré solo un ejemplo - que hay más -. La canción más llamativa por su letra de carácter abstracto aunque perfectamente comprensible, con cierto toque de ironía y paradoja es la canción de Aire. Su tono melódico invita a pensar en una canción romántica del montón, pero su letra entra en el culmen de lo subrealista, pasando por lo grotesco y terminando con un morboso sentido del humor propio de nuestros genios de la literatura o del cine.
Es, casi, una canción valleinclanesa. Y como prueba aquí os dejo la letra y el vídeo.
Una noche de resaca
al tratar de despertar
noté que por el ombligo me empezaba a desinflar
que mi cuerpo se arrugaba
como un papel vegetal
e iba pasando, que curioso, al estado gaseoso .
Y tras la metamorfosis
me sentí mucho mejor
era un aire gris oscuro y con bastante polución,
se notaba en cualquier caso
que era aire de ciudad
que si bien no es el más sano,
lo prefiere el ser humano
Aire,
soñé por un momento que era aire,
oxígeno, nitrógeno y argón,
sin forma definida, ni color
fuí aire, volador.
Como yo soy muy consciente
hasta en esta situación,
decidí ser consecuente con mi nueva dimensión
y probé a ser respirado,
por la que duerme a mi lado,
sin entrar en pormenores,
yo sé hacer cosas mejores.
Como no me satisfizo
la experiencia sexual,
se me inflaron los vapores, me convertí en huracán
di unas tres o cuatro vueltas
y a la quinta me cansé
este cuarto es muy pequeño
para las cosas que sueño
Aire,
soñé por un momento que era aire,
oxígeno, nitrógeno y argón,
sin forma definida, ni color
fuí aire, volador.
Y lo siento por mi novia
y el cristal que me cargué
me escapé por la ventana y en picado me lancé
pero tuve mala suerte
y cuando iba a remontar
me volví otra vez humano no faltéis al funeral
Aire,
soñé por un momento que era aire,
oxígeno, nitrógeno y argón,
sin forma definida, ni color
fuí aire, volador.
Cabe destacar que el pegamento de los dos hermanos Cano era la voz de Ana Torroja, una voz de calidad y que imponía la personalidad del exitoso grupo. Como se puede ver la letra es original y llamativa. Con otra melodía podía entrar en el mercado del Punk como aquella de "Bailaré sobre tu tumba" de Siniestro Total, sin ningún género de dudas,
Pues a lo nuestro, que es terminar la Sinfonía en diez movimientos, veremos si logra el pobre hombre del metro hablar con la chica que le enmudece y le conduce a las más altas cumbres de la pasión, dejándole después aplastado y depresivo. Así es el amor, amigos: una feria, una montaña rusa, un conjunto de esperanza y desesperación, un tío vivo sin fin.
Con esto finalizamos la serie de entradas dedicada a los ochenta y noventa y que bien define la melodía del Sitio de mi Recreo.
UNA ORIGINAL SINFONÍA EN DIEZ MOVIMIENTOS
3ª PARTE
FINAL
Octavo
movimiento: “otra vez se ha
despertado y nuevamente se ha escapado dejándome dormido y sin
conocer su nombre. Ya sé tanto de ella... y sé que tiene nombre a
pesar de que no me lo ha dicho todavía. Sé que el piano destaca
acompañado por violines y va mejor cuando es relajado y suave, que
conserva la pasión al ritmo lento de la tarde. Sé que su piel es
marfil y aroma de un naranjo en primavera, sé que su alma es
agradecida y agradable, que ama y sabe amar. Mas no conozco el timbre
de su voz, no conozco más de lo fortuito de su pasión ni del sabor
de su sonrisa. Sé que es una sinfonía incompleta y un lugar perdido
en un abismo de ruido y de torpezas. Sé que es un ser accidental, un
accidente de la ciudad. El más agradable y cuerdo que jamás he
sentido, es mejor que la soledad acompañada por las letras de un
libro olvidado en la estantería, mejor que la paz tras la batalla.
Ella es pasión y compañía, su
aroma destila sutilezas y fragancias insondables, la tenue brisa que
acompañó a la creación. Un soplo, un hálito divino que engrandece
el corazón y llena el alma derritiendo los muros de las
prohibiciones en un mar de gelatina. Es el límite rebasado, un
cántico espiritual y la libertad tras años de cautiverio. Es el
deseo en paz conmigo mismo, la curva del placer acrecentada en el
abismo de un ocaso que se oscurece en un paisaje dormido sobre el
mar. Una isla en una paisaje de habitantes. Un réquiem de un alma
santa entregado en caridad, el canto de Dios a su llegada, las
puertas que se abren y las almas que se abalanzan en su busca. Una
diosa de nieve y de metal.”
Noveno
movimiento: “mi desesperación
llega al paroxismo cuando espero en la escalera 68 y solo veo a
hombres de bigotes engominados tropezando con ancianas y bolsas de
Mercadona que se caen derramadas en el suelo. Cuando regreso a altas
horas para encontrar el encuentro fortuito, subo y bajo la escalera
tantas veces que ya sé el horario del pan y los bizcochos, los
turnos del local y la ronda de vigilancia de memoria. Sé que Esteban
sale de mañana con el perro, y Andrea y Saturnino van juntos a las
tres. Sé donde viven y qué hacen, ya me tienen por el loco amable
del Metro, un ser extraño que se oculta en ocasiones de forma
sorprendente y dobla la esquina veinte veces a la hora. No saben lo
que es una búsqueda desesperada y fortuita; no saben lo que es el
aire cuando falta, ni la belleza de una cumbre nevada en el mismo
momento que la has alcanzado. No saben que la adrenalina manda cuando
te has atrevido una vez y la cabeza da vueltas en busca de la morfina
que te prive del dolor que produce una ausencia como lo que es ella,
la belleza misma en su propio frasco perfumado.
Nadie sabe que mi vida es ahora una
pesadilla de ausencias, un momento tras el trabajo cuando las
manecillas del reloj señalan que ella está tras una esquina. Y tras
esa esquina, casi siempre la nada y la decepción de la nada. La
armonía rota, los metales enloquecidos y los timbales horrísonos y
fuera de lugar, los violines ya no suenan y todo es estridencia,
ruido y desorden fuera de compás. Una cosa sola mantiene la cordura;
al fondo, un único violín conserva la melodía victoriosa, lenta,
tranquila y dando calma que amansa al metal primero y después a los
demás. Un violín que palpita bajo el nombre de esperanza, un nombre
que conserva la tensión y crea la calma. Una voz que dice, será
siempre lo que fue aunque parece que se va.”
Décimo
movimiento: “tras la tensión
vivida, regresé a la calma del día a día. Tras un duro día de
trabajo volví al metro evitando pasar por la escalera 68, el paso de
la esperanza y la desdicha. El señor del bigote engominado iba
delante siguiendo a una anciana con una bolsa de Mercadona en la
distancia, evitando cruzarse, y les seguí pues intuí que algo
extraordinario iba a pasar. Y sucedió que tras la esquina donde
encontraba esos apasionados labios, la señora se detuvo y el señor
engominado estuvo a punto de chocar, no lo hizo y se detuvo. Una
risotada de triunfo salió de su garganta ante la mirada anonadada de
la anciana, un gato negro pasó por entre sus piernas y el triunfo de
vencer a la mala fortuna le llenó de dicha. Dio un salto y se
marchó, al igual que la anciana. Tras ellos, continué mi lento
caminar con las manos en los bolsillos; miré abajo, y apareció ella
como una celestial visión. Chocamos nuevamente y mis labios cayeron
en sus labios explotando en sensaciones nuevamente. Los olores, el
sudor y la alegría palpitante se confundieron en un potente piano
revestido de percusión y cuerdas. Un violín al fondo se apagaba,
para dar paso a la entrada de diez violines alegres y rítmicos. La
esperanza que finaliza si llega la alegría. Todo acabó entre las
sábanas de mi cama, en silencio; en armonía victoriosa y en vigilia
lenta y adecuada. Dormimos entrelazados nuevamente desde el ocaso a
la aurora.
Mas, al llegar la mañana, con los
rayos de sol encendidos sobre mi cama... ella ya no estaba. Busqué
por todas partes, salté a la calle para ver si unos tacones alejados
repiqueteaban en la acera y no la vi. Su nombre..., nuevamente
olvidado sobre mi cama. Subí apesadumbrado las escaleras de mi casa
y, al cerrar la puerta, sentí el vacío de su ausencia. Ella era el
único motivo de mi existencia.
El sonido repentino de la ducha me
devolvió la esperanza y el tranquilo son de un solo de violín que,
relajado y vivo, surgía del fondo de una partitura olvidada. Cesó
la ducha y la puerta fue abierta. Salió vestida con un albornoz
negro, el pelo largo, ensortijado y cobrizo; una sonrisa espléndida
y una piel pálida como la nieve, la porcelana o la mañana. El piano
cadencioso devolvió la armonía a mi casa.”
- Hola, me llamo Vida.
- ¿Te quedas?
- Hasta que la muerte nos separe.
Y un sonido de timbales precedió a la aurora del solo de piano épico de unas walkirias victoriosas y, mojado de esperanza, se confundieron sus teclas con un metal diáfano como la mañana que lentamente quedó arrullada en un manto de violines suaves, lentos, relajados acompasados y melódicos.
Entonces la tome de mi mano y bailamos desde el orto hasta al ocaso.
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